martes, 23 de agosto de 2011

Hallan agua helada y metano en el planeta «Blancanieves»

Astrónomos del Instituto de Tecnología de California (Caltech) han descubierto que el planeta enano 2007 OR10, apodado «Blancanieves», es un mundo helado, con la mitad de su superficie cubierta de agua congelada que una vez fluyó desde antiguos volcanes. Los nuevos hallazgos también sugieren que este mundo enano, teñido de rojo a pesar de su nombre -puesto por error-, puede estar cubierto de una fina capa de metano, restos de una atmósfera que poco a poco se pierde en el espacio. La investigación aparece publicada en la revista Astrophysical Journal Letters.

«Este pequeño planeta estuvo una vez activo, con volcanes de agua y una atmósfera, y ahora está helado, muerto, con una atmósfera que poco a poco se va desvaneciendo», describe el profesor de Astronomía planetaria Mike Brown, autor principal de la investigación.

«Blancanieves», que fue descubierto en 2007 como parte de una tesis doctoral, orbita alrededor del Sol en el borde del sistema solar y tiene la mitad del tamaño de Plutón, lo que lo convierte en el quinto planeta enano por su tamaño. En ese momento, los científicos supusieron erróneamente que se trataba de un cuerpo helado que se había desprendido de otro planeta enano, Haumea, y lo llamaron «Blancanieves» por su presunto color blanco.

Pronto, sin embargo, las observaciones de seguimiento revelaron que «Blancanieves» es en realidad uno de los objetos más rojos del sistema solar. Solo otros pocos planetas enanos en los límites del sistema son también rojos. Estos distantes planetas enanos son parte de un grupo de grandes cuerpos helados llamados Objetos del Cinturón de Kuiper. Entonces, «Blancanieves», aunque es relativamente grande, parecía no tener importancia. Solo era uno más de los 400 potenciales planetas enanos que se encuentran entre los cientos de miles de objetos del Cinturón de Kuiper. Pero había algo más.

El ejemplo de Quaoar

Los astrónomos utilizaron el telescopio Magellan Baade de 6,5 metros ubicado en Chile para observar el planeta. Como era de esperar, «Blancanieves» era rojo, pero, para su sorpresa, estaba cubierto de agua helada. Y «el agua helada no es de color rojo», señala Brown. El hielo es común en el exterior del sistema solar y es casi siempre blanco. Sin embargo, hay otro planeta enano rojo y cubierto de agua helada: Quaoar, que Brown ayudó a descubrir en 2002. Ligeramente menor que Blancanieves, Quaoar es todavía lo suficientemente grande como para haber tenido una atmósfera y una superficie cubierta de volcanes que arrojaban hielo derretido, que luego se congeló a medida que fluía sobre la superficie.

Pero debido a que Quaoar no es tan grande como planetas enanos como Plutón o Eris, no podía retener compuestos volátiles como el metano, el monóxido de carbono o el nitrógeno. Dos mil millones de años después de que se formara Quaoar, empezó a perder su atmósfera en el espacio. Ahora, lo único que queda es algo de metano. Con el tiempo, la exposición a la radiación desde el espacio transformó el metano -que consiste en un átomo de carbón unido a cuatro átomos de hidrogeno- en largas cadenas de hidrocarbono, que se ven de color rojo. Al igual que el hielo que cubre el césped en una mañana fría, el metano irradiado se asienta sobre la superficie helada de Quaoar, dándole un color rosado.

El último suspiro de un planeta

El espectro de «Blancanieves» es similar al de Quaoar, lo que sugiere que en este mundo también ha sucedido lo mismo. «Básicamente, estamos buscando el último suspiro de Blancanieves. Desde hace 4.500 millones de años, Blancanieves ha ido perdiendo su atmósfera y ahora solo queda un poco».

Aunque el espectro de Blancanieves muestra claramente la presencia de agua helada, la evidencia de la existencia de metano aún no es definitiva. Para averiguarlo, los astrónomos tendrán que utilizar un gran telescopio como el que se encuentra en el Observatorio Keck. Si resulta que «Blancanieves» tiene metano, se unirá a Quaoar como uno de los dos planetas enanos que se sitúan en la frontera entre el puñado de objetos suficientemente grandes como para retener compuestos volátiles y los cuerpos más pequeños que componen la gran mayoría en el Cinturón de Kuiper.

Otra de las tareas, según Brown, es darle al planeta enano un nombre oficial, ya que «Blancanieves» es solo un apodo que utilizó junto a sus colegas. Además, el apodo no tiene sentido para la descripción de un mundo muy rojo. «No sabíamos que Blancanieves era interesante -dice el científico-, ahora sabemos que es digno de estudio».

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